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lunes, 2 de enero de 2017

La crisis mundial, y el próximo futuro de América Latina

El mes de Octubre de 2008, presenciamos el estallido de una crisis financiera en la economía norteamericana, también nos encontrábamos en una crisis de tipo productivo, es decir, de la reproducción del capital en su conjunto. Sólo hasta fines de noviembre de 2008, las entidades gubernamentales que se supone regulan las finanzas en Norteamérica, reconocieron abiertamente que su aparato productivo no sólo había entrado en crisis, sino además, que se encontraba desde hace meses en la fase de estancamiento, la más grave de todas.

Las crisis financieras que se produjeron en 1982-84, en 1997 y en 2000-01. Bancos, sociedades de inversión, sociedades de ahorros, aseguradoras, bolsas de valores, hipotecarias, fondos de cobertura y derivados en general, todos ellos colapsaron entre el tercer trimestre de 2007 y octubre-noviembre de 2008. Y de ahí pasaron a erosionar el frágil sistema monetario internacional que, en aras de salvar el dólar a como diera lugar, hizo caer las monedas de otros países, La crisis actual se propaga en un tiempo mucho menor; es casi simultánea en los centros financieros e imperialistas más importantes del planeta, a diferencia de las crisis de los años 30 y los años 70. Hoy el capitalismo cuenta con mecanismos económicos y financieros de corte planetario tales como el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Grupo de los Ocho, que tienen tiempos de respuesta mucho más breves a las crisis de este perfil. Cuando en situaciones como estas la velocidad de las medidas anticrisis es crucial, para el capital es una bendición contar con este tipo de órganos, pues ello también les permite homologar y sincronizar tales medidas, situación que no había en las crisis anteriores.

Como los capitalistas y especuladores en general se retiran de la inversión productiva en las fases críticas del ciclo económico, son los gobiernos quienes ocupan su lugar volcando grandes sumas de esa plusvalía bajo la forma de “rescates”, tomados del erario público y de las reservas internacionales. La gran masa de capital financiero en la actualidad ha servido para contrarrestar casi de inmediato los efectos más nocivos de la crisis, a diferencia de las presentadas en el siglo anterior.

La crisis de 1929-33 acentuó la caída de Inglaterra como el centro hegemónico del imperialismo; la crisis actual de igual forma acelera el hundimiento de los Estados Unidos como la primera potencia mundial. Su sistema monetario basado en el dólar ha sufrido un gran revés y la guerra que mantiene contra Europa en diferentes planos hoy la encara con una mayor debilidad, pues a la crisis económica se suma la caída de su fundamentalismo neoliberal y la pérdida gradual de la aventura militar desatada en Medio Oriente.

“refundación del capitalismo” por medio del vocero en turno de la Unión Europea, el Presidente de Francia, lo que significa que ya no están dispuestas a someterse a la voluntad de los grandes capitales norteamericanos. Se reclama, en suma, la hegemonía planetaria, situación que no se presentó en las crisis generales anteriores.

Anteriormente tenían como centro a los Estados Unidos; por el contrario, hoy están centrados en las economías asiáticas que han presentado el mayor dinamismo en los últimos diez años: la economía china, la hindú y las economías de Asia Pacífico, principalmente.

Y si bien están soportadas por fuertes inversiones de capitales norteamericanos y europeos, no obstante ser el espacio donde se incuba la recuperación del sistema productivo y por consiguiente de la valorización del capital, les asigna un rol determinante que anteriormente no tenía las economías no imperialistas.

Al igual que en las otras dos grandes crisis generales, el mayor impacto negativo se producirá en las regiones subdesarrolladas y dependientes más débiles: África y Latinoamérica, pues los capitales migrarán hacia aquellas naciones y hacia los centros imperialistas para resarcirse de las pérdidas que han tenido. La gran diferencia es que en la actualidad el vértice de la lucha de clases y de la lucha contra las políticas neoliberales se encuentra justamente en América Latina, lo cual ha permitido la construcción no sólo de espacios políticos, sociales y culturales alternativos, sino también económicos bajo una lógica un tanto distinta a la ganancia fácil y en un entorno de construcción de relaciones de producción regionales que pretende en una integración que siente las bases de un bloque económico con el cual se puedan enfrentar los estragos de crisis como la que vivimos en la actualidad con un costo social mucho menor y con una dependencia cada vez más reducida frente al mayor de los imperialismos.

Sergio Gonzales Apaza

Periodista

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