Necesidad de la ley general del
trabajo, bajo una nueva Constitución Política
Durante el
desarrollo de la 48 Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE-2010), los
empresarios abordaron un tema de vital transcendencia nacional, para retomar el
debate en referencia al aspecto laboral en las perspectivas de la competitividad
y productividad. Durante los artículos anteriores he venido sosteniendo que es
de importancia que los candidatos presidenciales en esta nueva coyuntura
política, asuman como agenda de discusión, la vigencia o no del modelo
económico neoliberal, amparada a todas luces por la Constitución política,
impuesta por el gobierno dictatorial a partir de 1993; de modo que, permita
tener dos opciones, por un lado la continuación del modelo económico imperante,
o en su defecto, convocar a la Asamblea Constituyente a fin de elaborar nuevas
leyes concordantes a nuestra realidad peruana en lo político, económico,
social, laboral y cultural.
No cabe duda
que estamos creciendo económicamente al 8%, pero a su vez decreciendo en los
derechos laborales por la flexibilizados laboral, con salarios estancados, por
ende, las condiciones de vida de los trabajadores obstruidas por la precariedad
laboral, amparadas en las cuestiones de forma de los Decretos Ley y normas
emitidas a favor del empresariado, obviando así el rol fundamental que debió
cumplir el Estado peruano en bien del sector laboral para la dinamización de la
economía nacional.
Precisamente
una de los sectores beneficiados con estos Decretos Ley, fue el sector
agro-industrial donde las transnacionales están viviendo el boom de las
exportaciones de productos no tradicionales, y como contraparte, los
trabajadores que son parte de la política productiva, han visto aminorados sus
salarios y sus derechos laborales, reducidos a favor de la competitividad
empresarial.
En ese
contexto, es de suma necesidad que el gobierno peruano derogue los regímenes
laborales de promoción al sector agrario D.L 26360, y la Ley de promoción de
exportación no tradicional D.L 22342, aprobadas en el gobierno de Morales
Bermúdez en 1977, hoy obsoletas, a lo cual, la sociedad nacional de industrias
se muestra en desacuerdo, azuzando que de efectuarse la derogatoria de estos
Decretos Ley, tendría graves consecuencias y repercutiría en la pérdida de 300
mil empleos directos e indirectos, estancamiento de las exportaciones. Pues
este análisis es sesgado toda vez que, estamos con un PBI de 8% anualizado
durante 10 años consecutivos, del 2000 al 2010 el aumento de puestos de trabajo
se incrementó en un promedio de 3.5% aun así en plena crisis mundial, con
rentabilidades exportadoras agroindustriales que sobrepasan los 5 mil millones
de dólares durante los 3 últimos años que representa un crecimiento económico
industrial de 12%. En consecuencia, es razonable y coherente plantear la
derogatoria de dichos Decretos Ley que solo benefician al empresariado
agroindustrial, en tanto que los recursos salariales y beneficios laborales
como gratificaciones, CTS, son recortados injustificablemente.
La
profundización de las políticas excluyentes para el trabajador peruano, se dan
en el marco jurídico vigente en temas laborales, que está arraigada en las
Constitución de 1993; por ejemplo, el Decreto Ley Nº 728 (Ley de
productividades y competitividad laboral), el cual flexibilizó
significativamente las relaciones individuales del trabajo, creando diferentes
regímenes especiales donde era posible una extrema flexibilización de las
obligaciones y derechos más allá de una aplicación temporal o extraordinaria.
Pero ahí no acaba todo, de modo que a esto lo acompañaría el Decreto
Legislativo 25593 (Ley de relaciones colectivas), que permitió el despido
arbitrario, masivos ceses colectivos, y, la desaparición de garantías para la
libertad sindical, los mismos que han ido mellando los derechos laborales del
trabajador peruano, atropellos que fueron necesarios para una competitividad y
productividad.
Es decir,
durante el gobierno de Fujimori, Alejandro Toledo y Alan García, se ha
sostenido la actual Constitución política de 1993, y con ella han venido
gobernando los antes mencionados, de manera que, sometieron a los trabajadores
peruanos a la exclusión de las ganancias de las empresas privadas nacionales y
transnacionales, y clarísimo ejemplo están las agro-industrias que han
alcanzado niveles de exportación durante los últimos 10 años al 12% de
crecimiento, en tanto que las exportaciones y ganancias de las empresas mineras
se han elevado inconteniblemente.
No cabe duda
que es de suma importancia mantener el crecimiento económico, consecuentemente
la competitividad y la productividad laboral, sin embargo, esta debería dar un
giro estratégico en la macroeconomía, de modo que eleve los salarios, sueldos,
compensaciones y derechos laborales que permitan al trabajador tener mayores
recursos económicos, la misma que debe darse en el marco de una nueva Ley
General del Trabajo, bajo una nueva Constitución política.
La
competitividad y la productividad son de vital incidencia en el desarrollo de
una nación, pero debe caminar de la mano con la inclusión social y la
redistribución de las riquezas, solo así podremos alcanzar una sociedad
equilibrada, inclusiva, por ende, reducir la brecha de desigualdad y pobreza
existente en el Perú; que si bien en los últimos 5 años se han recortado
sustancialmente la nivel de pobreza urbana, a su vez la pobreza ha ido
creciendo en la zona rural, donde los pobres están dejando la pobreza para
pasar a la extrema pobreza, mejor dicho, a una vida de miseria sin poder
satisfacer las principales necesidades de vida. Esta propuesta puede ser viable
en cuanto se elabore una Constitución acorde a los intereses nacionales, con un
modelo económico social que revierta la situación excluyente, vale decir, poner
la economía al servicio del hombre y no a la inversa, que es la práctica actual
del neoliberalismo imperante.
Sergio Gonzales Apaza
Periodista
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